Los mil y un recursos del Estado Islámico

El Estado Islámico ha desarrollado en Irak una economía de guerra fundamental para su estrategia.

La guerra relámpago iniciada en las últimas semanas por los combatientes del Estado Islámico (EI, antes EIIL-ISIS) ha provocado sorpresa y terror a partes iguales entre los observadores occidentales. En tan solo un mes el IS ha conseguido capturar más y más territorio –desde parte de la provincia de Anbar a Nínive, Diyala, Kirkuk y Saladino en el norte–. No obstante, estos acontecimientos han sido parte de una estrategia de gran recorrido. La ofensiva del EI, iniciada a principios de junio por cientos de yihadistas en Mosul, es el último paso en su plan para crear un emirato suní más allá de las fronteras contemporáneas de Oriente Medio, restaurando así el califato histórico. Para los yihadistas, esto supone también acabar con los chiíes en la región.

Desde que anunciaran por primera vez su proyecto en octubre de 2006, el Estado Islámico ha comprendido que su credibilidad depende de la instauración de su Estado, mediante el reclutamiento de hombres, la conquista de territorios y la adquisición de nuevos recursos. En consecuencia, han desarrollado una elaborada economía de guerra, para la cual el control de los recursos es parte fundamental de su estrategia. Desde el periodo de ocupación estadounidense (2003-2011), el EI ha mantenido bajo su control el contrabando y numerosas reservas de petróleo en Irak y ahora también en Siria, en el origen de conflictos abiertos con otros actores locales como tribus e insurgentes que compiten por los mismos recursos.

En 2007, algunas tribus suníes de Irak decidieron aliarse con el ejército estadounidense contra el Estado Islámico, debido fundamentalmente a razones económicas: la recuperación del control de los recursos energéticos, que Saddam Hussein les había concedido en los 90 a cambio de asegurar las fronteras del país, en especial en la ruta entre Ammán y Bagdad. Bajo el régimen de terror impuesto por los yihadistas, incluso el ciudadano más ordinario se unió a la movilización. Aun así, las mejoras en seguridad duraron poco, lo cual permitió al EIIL avanzar en su proyecto y su expansión hacia Siria tras el levantamiento contra el régimen en 2011.

Desde esta perspectiva, el control del norte de Irak en torno a Mosul, la segunda región más rica en hidrocarburos, se ha convertido en una necesidad casi existencial para el EI, que se ha replegado en su base iraquí debido a luchas intestinas frente a otras facciones más moderadas en el nordeste de Siria. Además de los yacimientos de petróleo, el Estado Islámico también busca hacerse con infraestructuras e instalaciones: una estrategia que se ha hecho evidente con su reciente ataque a la refinería de Baiji en la provincia de Saladino, la mayor de Irak, que produce el 60% del fuel del país y ya fuera del alcance gubernamental. Según fuentes iraquíes, el Estado Islámico ha estado presente en esta área industrial desde 2008 para lucrarse con operaciones relacionadas con el petróleo. De hecho, los yacimientos aseguran al EI y afines millones de dólares al día, pudiendo vender tanto al régimen de Al-Assad en Siria como en el mercado internacional.

A la explotación de los recursos petrolíferos y de otras materias primas se suman otras actividades ilícitas, que incluyen la venta de electricidad, así como las donaciones privadas, en particular desde el Golfo, que han hecho del EI un movimiento autosuficiente. El saqueo en la región y en especial de bancos, como en Mosul, donde se almacenaba una considerable cantidad de oro y un botín de más de 450 millones de dólares, es una notable fuente de ingresos. Una fortuna tal permite al EI la compra de armamento pesado, principalmente desde Siria; el soborno a autoridades provinciales, las tribus, y reclutar incluso más combatientes. El grupo tiene la reputación de ser el movimiento que mejor paga a sus miembros, reforzado por el saqueo de lugares arqueológicos y el tráfico de antigüedades –los cuales generan ingresos por más de 36 millones de dólares–. El Estado Islámico también establece impuestos a los negocios locales para afirmar su carácter de Estado, y ejerce extorsiones, principalmente a minorías a cambio de su supuesta protección.

Con millones de dólares a su disposición, el Estado Islámico es quizá el grupo terrorista más rico del mundo, muy por delante del comando general de Al Qaeda, del cual se ha distanciado deliberadamente. Este sólido atrincheramiento económico hace aún más difícil una derrota de los yihadistas, que solo será posible mediante la rápida adopción de las reformas socioeconómicas adecuadas por parte del próximo gobierno iraquí, independientemente de su composición.

Este artículo ha sido adaptado de su versión original publicada en el periódico francés Les Échos (27 de junio de 2014).

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