La no-carrera presidencial

Lo que en Egipto hace tan solo unos meses parecía ser un referéndum sobre un solo nombre se ha convertido al menos en unas elecciones con candidatos. Desafortunadamente para el pluralismo político en Egipto, sigue siendo una carrera con pocos caballos.

Una carrera de dos caballos en Egipto está en marcha, si es que la palabra ‘carrera’ se presta a un proceso cuyo resultado sabemos todos de antemano. El antiguo jefe del ejército Abdel Fattah el-Sisi y el candidato de izquierdas Hamdeen Sabahi se verán las caras en las elecciones presidenciales del mes que viene. La Alta Comisión Electoral, el cuerpo judicial que controla el proceso, publicará la lista final de candidatos el 2 de mayo, tras revisar las objeciones, y los egipcios acudirán a las urnas el 26-27 de mayo. Los resultados de la primera vuelta serán publicados la primera semana de junio. Si un candidato recibe más del 50% de los votos válidos, será declarado el ganador sin una segunda vuelta. Según la controvertida ley electoral sancionada por el presidente interino Adly Mansour el 8 de marzo, los candidatos no podrán recurrir los resultados electorales.

En un proceso del que saldrá ganador, Sisi se ha puesto, no obstante, a jugar el papel de hacer campaña electoral, retratado por los medios oficiales conversando amigablemente con ciudadanos e incluso montando en bicicleta para acercarse al pueblo: una propaganda que retrotrae a las imágenes de Mubarak en el gimnasio o de Sadat también en bicicleta. Pese a su falta de programa electoral, ciertos diplomáticos europeos afirman que en reuniones privadas Sisi es realista y astuto, admitiendo que los problemas socioeconómicos que fueron juez y verdugo de sus predecesores no se han solucionado.

El antiguo Secretario General de la Liga Árabe, Amr Moussa, ha restado importancia a los rumores de que está liderando la campaña electoral de Sisi, pero aun así se está convirtiendo en una de sus caras más visibles, un contrapeso al aspecto militar del candidato y, en palabras de un analista local con el que hablé en El Cairo recientemente, “diciendo todo lo que Occidente quiere oír”. Algunos le han señalado ya como el próximo primer ministro o ministro de exteriores bajo el mandato de Sisi. Con la intención de suavizar la retórica estatal sobre la lucha contra el terrorismo, Moussa aseguró recientemente en una entrevista que los Hermanos Musulmanes no serían excluidos de la vida política en Egipto, pero que debían encontrar “el camino correcto” para participar en ella.

En cuanto a política exterior, Moussa también parece abogar por el compromiso frente a la confrontación, refiriéndose en concreto a las actuales tensiones en política exterior con Turquía, Catar y Etiopía. La controvertida Presa del Renacimiento, en construcción en Etiopía en aguas del Nilo, ha provocado llamadas a represalias políticas e incluso militares por algunos en el régimen egipcio. Moussa, en cambio, ha sugerido la búsqueda de una solución técnica a asuntos de gestión del agua que beneficie a ambos países.

Hamdeen Sabahy, que anunció su candidatura mucho antes que Sisi pero que ha sido eclipsado por la expectación generada en torno a este, lidera el movimiento izquierdista Corriente Popular. Sabahy se presenta como “el candidato de la revolución”, y se retrata a sí mismo como el abanderado de las ideas del nasserismo e incluso como el Lula da Silva de Egipto. Se dirige principalmente a los jóvenes, una parte del electorado difícil de conseguir para Sisi (cuya recientemente formada “Comisión de Juventud” tiene al mando un hombre de 53 años).  También aspiraba a contar con el apoyo del movimiento Tamarod, el grupo tras la campaña de recogida de firmas que provocó las protestas del 30 de junio el año pasado y con ellas la expulsión de Mohammad Morsi de la presidencia. Pero Tamarod está dividido al respecto.

Sabahy ha denunciado que sus activistas están padeciendo arrestos arbitrarios y otros impedimentos a sus actividades, lo cual nos lleva a preguntarnos, ¿cómo de obvias serán las trampas en esta carrera de caballos amañada?

Entre los que no siguen en la carrera electoral se incluyen el controvertido abogado Mortada Mansour, qué retiró su candidatura al no conseguir las suficientes firmas que le avalaran. Eso sí, quizá para bien: su campaña incluía la amenaza de declarar la guerra a Etiopía a causa de la Presa del Renacimiento, cárcel para cualquier huelguista y la intención de hacer relegar a los ateos sus (no) creencias “al cuarto de baño”. Tampoco participará Abdel-Mon’eim Abul-Fotouh, el líder del Partido para un Egipto Fuerte y el cuarto finalista en las últimas elecciones, quien dijo que su participación sería equivalente a “engañar a la gente”, y que el movimiento democrático que siguió a los levantamientos ha sido destruido. Sami Anan, el antiguo jefe del Estado Mayor, anunció que no pretendía “dañar a las Fuerzas Armadas” con su candidatura. El partido salafista Nour ha anunciado que tampoco propondrá ni apoyará a ningún candidato islamista en los próximos diez años. Por su parte, parece que la estrategia que adoptarán los Hermanos Musulmanes será la del boicot, teniendo en cuenta la orden judicial que la semana pasada les prohibió presentarse a las elecciones, siendo ésta parte de la campaña de represión sistemática mantenida por las autoridades egipcias desde el verano pasado.

Lo que hace tan solo unos meses parecía ser un referéndum sobre un solo nombre se ha convertido al menos en unas elecciones con candidatos. Desafortunadamente para el pluralismo político en Egipto, sigue siendo una carrera con pocos caballos.

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Lee el precedente artículo de Hélène Michou sobre las elecciones en Egipto, «Cuidado con las aparencias, tras la expectación de Sisi», aquí.

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