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Los partidos insurgentes europeos bajo la lupa

Abarcan todo el abanico ideológico pero son euroescépticos, simpatizan con Putin y prefieren las fronteras cerradas

Getty Images

El terremoto político provocado por la decisión de los británicos de abandonar la Unión Europea, orquestada por el nacionalista UKIP, es una manifestación de la fuerza que están adquiriendo las fuerzas anti-establishment. En toda Europa, la élite política tradicional está siendo cuestionada por nuevos partidos más pequeños y ágiles, tanto de izquierda como de derecha. Están ganando representación —actualmente suman 1.329 escaños en 25 países— y desempeñan alguna función en los Gobiernos de ocho Estados miembros. Están secuestrando la agenda política y obligando a los partidos convencionales a adoptar sus posiciones. Su arma preferida es indudablemente el referéndum, que se emplea para conseguir el respaldo popular a sus propuestas.

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Es importante comprender qué defienden estas nuevas fuerzas políticas y lo que piensan realmente. El Consejo Europeo de Relaciones Exteriores (ECFR) ha realizado primer estudio exhaustivo de estas formaciones secundarias, en el que identifica 45 partidos, analiza sus declaraciones públicas e incluye entrevistas a representantes de 41 de ellos. Hemos descubierto que, a pesar de que estos partidos que llamamos “insurgentes” provienen de todo el espectro político, desde la extrema izquierda a la extrema derecha, se pueden identificar algunas tendencias clave en sus opiniones sobre las relaciones internacionales, que pone en duda los principios básicos del consenso europeo. Son por lo general escépticos respecto a la UE, no ocultan su irritación hacia Estados Unidos y simpatizan con la Rusia de Vladímir Putin. Prefieren las fronteras cerradas, una inmigración escasa y el proteccionismo mercantil. Sobre todo, desean “devolverle el poder al pueblo” a través de una democracia directa.

Los referendos en Gran Bretaña sobre la UE y en Holanda sobre Ucrania podrían ser los primeros de una avalancha de consultas populares en Europa. La presente investigación ha descubierto que los partidos secundarios de la UE tienen planes para promover votaciones sobre 34 asuntos que tendrían consecuencias directas para la Unión en los próximos años.Estas formaciones insurgentes emplean los medios de comunicación, la presión popular y los cargos políticos que ocupan para forzar referendos nacionales sobre asuntos que antes estaban bajo el control de Gobiernos y funcionarios.

Los partidos no convencionales están ganando escaños en Gobiernos locales, regionales, nacionales y europeos, y cuestiando las posiciones de la clase dirigente sobre cómo se debe legislar. En Italia, el Movimiento 5 Estrellas acaba de ganar las elecciones municipales en Roma.

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Estas formaciones ponen en duda las posturas de la clase dirigente sobre cómo se debe de gobernar

Estas formaciones se apoyan en las transformaciones en el clima político. La política exterior en particular ya no es un juego de élites, dirigido en la sombra por pequeñas camarillas de políticos y diplomáticos. En la campaña previa al referéndum sobre la permanencia en la UE de Gran Bretaña, los discursos de David Cameron y Tony Blair sobre los riesgos para la seguridad británica y el impacto global que supondría dejar la Unión cayeron en oídos sordos. A la gente le importa poco tener un asiento en la mesa internacional si las consecuencias a un nivel local y nacional no se explican claramente. Al mismo tiempo, el desarrollo de las redes digitales facilita que el público exija a los políticos una rendición de cuentas respecto a tratados de alto nivel como la Asociación Transatlántica de Comercio e Inversión (TTIP) —acuerdo comercial entre la UE y EE UU— o el pacto entre la UE y Turquía para gestionar el tránsito de refugiados. Este informe sobre los partidos insurgentes se basa en entrevistas con esas formaciones políticas y en el análisis de nuestra red de investigadores en los 28 Estados miembros de la UE con el objetivo de conocer las implicaciones para la toma de decisiones europeas a lo largo de los próximos años.

¿Quiénes son las voces 'anti-establishment'?

Este estudio analiza voces ajenas al establishment político convencional que están influyendo y dando forma a las actuales políticas exteriores en la UE. En cada Estado miembro se han seleccionado los grupos no convencionales más influyentes; en algunos países como Eslovaquia o la República Checa, donde existen muchos partidos de esta índole, se ha hecho una criba. El único Estado miembro donde no se ha hallado un partido relevante de esta naturaleza es Luxemburgo.

Las formaciones incluidas pertenecen a izquierda y derecha; el rango va desde el Partido Comunista Francés (PFC) y el socialista Die Linke (La Izquierda) en Alemania hasta los grupos de extrema derecha como Aurora Dorada en Grecia, la Liga Norte en Italia y el Movimiento por una Hungría Mejor (Jobbik). Algunos desafían a la clase dirigente desde la barrera y otros —como Ley y Justicia en Polonia, o Syriza y los Griegos Independientes en Grecia— forman parte de Gobiernos de coalición. Aunque por lo general todos los partidos insurgentes se muestran escépticos ante la UE en su estado actual, sus posturas varían mucho: desde el Frente Nacional francés o el UKIP británico —que fue fundado con el objetivo de sacar al Reino Unido de la UE— hasta el Bloque de Izquierda portugués y el español Podemos, que abogan por reformas dentro de la UE.

Existe una sensación, común a casi todas estas formaciones, sobre la necesidad de “redemocratizar” el proceso legislativo a nivel nacional y europeo, y a menudo se pone a Suiza como ejemplo. Todos consideran que su papel es decir la verdad y cuestionar a las élites en nombre del pueblo. La formación más reciente, la Alianza para el Progreso y el Resurgir (ALFA), se creó en Alemania en julio de 2015 como una escisión del partido antiinmigración Alternativa para Alemania (AfD), mientras que el más antiguo, el Sinn Féin irlandés, se fundó en 1905.

Política Exterior

Existe un escepticismo generalizado sobre el intervencionismo europeo y estadounidense

A través de las entrevistas con representantes de los partidos que accedieron a participar —41 de los 45 que estudiamos— y de un análisis de sus declaraciones públicas, se han examinado las posiciones que mantienen sobre los principales retos en la política exterior de la UE. Entre ellos se incluye la crisis de los refugiados, la seguridad y las amenazas terroristas a Europa; la crisis de Ucrania y la relación de la UE con Rusia, EE UU y Turquía; los acuerdos comerciales y el referéndum del Brexit.

La mayoría de los partidos se centran fundamentalmente en asuntos domésticos y algunos carecen de directrices en política exterior; por ejemplo, diferentes representantes del AfD alemán ofrecieron distintas respuestas sobre asuntos internacionales y otros representantes del partido declararon que sólo podían contestar a título personal. Pero incluso las formaciones más jóvenes, que han tenido menos tiempo para desarrollar un programa más allá de sus propuestas fundacionales, están definiendo rápidamente sus posiciones sobre asuntos de política exterior. Se ven obligados a ello por el impacto que está causando la crisis de los refugiados en toda la UE, y por la estrecha relación entre sus consecuencias internacionales y domésticas.

Hay un sorprendente consenso sobre los peligros existenciales a los que se enfrenta la UE. Para 34 de los 45 partidos examinados, la crisis de los refugiados y la amenaza del terrorismo y el islamismo radical (estos problemas estaban inextricablemente entrelazados en la mayoría de sus respuestas) se encuentran entre las dos mayores amenazas para la UE. Esta reacción no es patrimonio exclusivo de la derecha: la comparten Die Linke (La Izquierda) en Alemania, el Partido Comunista Francés, Podemos en España y el Partido Laborista lituano. Respecto a la llegada masiva de refugiados, la política de acogida de Angela Merkel no recibe la crítica que podría esperarse: únicamente siete partidos la mencionan entre las causas de la crisis. La estrategia de EE UU en Oriente Próximo es la respuesta más popular, con la violencia del régimen del presidente Bachar el Asad en Siria en segundo lugar.

Existe un escepticismo generalizado ante el intervencionismo europeo o estadounidense, particularmente en Oriente Próximo. Este sentimiento encontró expresión en partidos tan diversos como el Sinn Féin en Irlanda, el UKIP en el Reino Unido, el Frente Nacional y el Partido Comunista Francés, AfD y Die Linke en Alemania, Jobbik en Hungría y el Movimiento 5 Estrellas en Italia. Sobre la posibilidad de una intervención conjunta de Europa en Siria, 32 partidos respondieron que esta opción no debía siquiera ponerse sobre la mesa.

Esta postura está relacionada con un antiamericanismo general y con un rechazo a que la UE siga la línea marcada por la política estadounidense, especialmente en relación a Oriente Próximo. Tal como declaró el Frente Nacional a nuestro investigador: “Se puede encontrar la raíz de todos los conflictos importantes de Europa y sus vecinos en las acciones de Washington como potencia hegemónica”. Para muchas formaciones insurgentes, este rechazo de la relación transatlántica está también unido a la intensa desconfianza respecto al impacto del TTIP, con 27 de los partidos entrevistados declarando que la UE no debería firmar ese tratado con EE UU.

Sobre la relación con los países vecinos de Europa, existe un consenso generalizado entre los partidos insurgentes de que otra ampliación de la Unión es una mala idea, que la UE ya es lo bastante grande y que, si acaso, debería disolverse gradualmente. Sin embargo, están más abiertos a la inclusión de países hacia el este (en especial, Ucrania) que hacia el sur (particularmente Turquía, con la expresión de un fuerte temor ante la posibilidad de la adhesión de Ankara). Aun así, solo 10 partidos respondieron inequívocamente que apoyaban un plan para la adhesión de Ucrania.

En cambio, existe una fuerte desconfianza respecto a la cooperación con Turquía en la crisis de los refugiados. Veintisiete partidos se oponían y muchos más expresaron la preocupación de que pavimentaba el camino para una cooperación más estrecha entre Turquía y la UE. Vientidós partidos se opusieron a la cooperación con Turquía en el conflicto sirio, y el mismo número se mostró en contra de la cooperación con Ankara en materia antiterrorista.

Sobre la relación de Europa con potencias más alejadas, en particular con China, pocos partidos habían desarrollado un criterio, y menos incluso respecto a cuestiones del tipo de si a China se le debería conceder la condición de economía de mercado según las normas de la Organización Mundial del Comercio. No existe evidencia de que las posiciones respecto a China varíen entre la izquierda y la derecha: 15 partidos carecían, sencillamente, de postura oficial. Los partidos comunistas europeos a menudo confesaban tener un escaso conocimiento de la China actual o de cómo trabajar con ella, aunque algunos mantenían contactos históricos con el Partido Comunista chino.

Quizá el problema más significativo que divide a las formaciones aspirantes es cómo relacionarse con Rusia. Existe una afinidad general hacia la política exterior rusa (30 partidos expresaron su apoyo a algunas decisiones rusas recientes, en particular a su intervención en Siria, ante la inacción de otros actores y la ausencia de criterios sobre el conflicto) y una sensación de que la política de la UE en su entorno cercano no debería oponerse a la de Rusia. Sin embargo, cuando se trata de medidas específicas como las sanciones a Rusia, las opiniones son mucho más variadas. Veinticuatro partidos argumentan que las sanciones no deberían prolongarse más allá de julio —formaciones tan dispares como el Partido Comunista Francés, AKEL en Chipre, la Coalición Nacional y otros partidos checos, además de Syriza y los Griegos Independientes—, considerándolas un obstáculo para el diálogo con Rusia y perjudiciales para las economías de la UE.

El acuerdo entre Turquía y la UE comienza a ser discutido por varios Estados importantes de la Unión

Estas opiniones sobre la política rusa no se distribuyen de forma natural en las líneas de izquierda y derecha, sino que tienden más a las perspectivas nacionales. Por ejemplo, en Alemania tanto Die Linke como AfD creen que deberían levantarse las sanciones a Rusia y, en Grecia, Syriza y Aurora Dorada están de acuerdo. En lo que se refiere a la adhesión de Ucrania, sin embargo, la división entre izquierda y derecha es más evidente: los partidos de izquierda se muestran, por lo general, más a favor de una incorporación de Ucrania a la UE.

Sin embargo, en países donde la amenaza de Rusia se ha sentido más intensamente —las naciones bálticas, Finlandia, Suecia, o los países de la antigua órbita soviética, como Polonia o Hungría)— los partidos se mostraban favorables a mantener las sanciones sin abandonar el diálogo. Hay una división bastante empatada sobre si hay que cooperar con Rusia en las actuales crisis de la UE (refugiados, terrorismo, Ucrania y Siria). Pero sobre la crisis de la eurozona, se mantiene la opinión generalizada de que no es necesario involucrar a Rusia, ni a ningún otro actor fuera de la UE.

Los partidos estaban también divididos sobre cuestiones de seguridad: siete respondieron que la OTAN debería armarse militarmente contra la amenaza rusa; ocho argumentaron que la OTAN debería aceptar más miembros del vecindario europeo; y otros siete señalaron que sus países deberían retirarse totalmente de la alianza. Muchos partidos estaban indecisos o tenían la sensación de que ninguna de las opciones reflejaba sus opiniones, mientras que otros estaban razonablemente satisfechos con el status quo.

Las implicaciones diplomáticas

Uno de los asuntos que genera un mayor consenso entre los partidos insurgentes es la restricción del número de refugiados e inmigrantes que llegan a Europa y el número de aquellos a los que se concede el estatus de refugiado. Estas formaciones tienen capacidad para ejercer una enorme presión política sobre este tema. El acuerdo entre Turquía y la UE ya comienza a ser discutido por varios Gobiernos de Estados miembros importantes, incluida Francia, y es probable que el componente de la liberalización de visados se encuentre con una fuerte oposición en el Parlamento Europeo. La lentitud en la implementación del acuerdo está agotando la paciencia del presidente turco, Recep Tayyip Erdogan. Gobiernos de toda la UE van a tener que atender las preocupaciones de los partidos insurgentes si quieren que el acuerdo avance, y lo mismo se puede decir de los acuerdos quid pro quo con otros países de tránsito vecinos como Libia, con la propuesta italiana de un pacto para la inmigración. Si la creciente presión para convocar referendos y plantear consultas sobre las medidas para afrontar la crisis de los refugiados tiene éxito, el Consejo Europeo podría encontrarse todavía más paralizado a la hora de tratar de buscar soluciones a este problema.

Respecto a Rusia y y respecto a Ucrania (acuerdo de libre comercio y futura adhesión), la coordinación de la política europea puede verse dificultada por el referéndum que Holanda celebró en abril, en el que se rechazó el Acuerdo de Asociación con Ucrania. En el resultado influyó la agresiva campaña del PVV de Geert Wilders. El abanico de opiniones de los partidos insurgentes sobre estas cuestiones refleja de alguna manera el amplio rango de opiniones de los Estados miembros. Sin embargo, en algunos lugares como Alemania, Lituania y Polonia (donde Ley y Justicia forma parte del Gobierno), existen partidos insurgentes a favor y en contra de las sanciones contra Rusia, lo que complica todavía más llegar a cualquier tipo de acuerdo.

Los partidos insurgentes no se limitan a cambiar el sistema, sino que el sistema también puede transformarlos

Muchos de los partidos analizados desean marcar límites claros en el apoyo a Ucrania. Para la mayoría de esas formaciones, el debate de la adhesión se ha terminado: su visión consiste en garantizar la seguridad de la UE a través del poder duro, no a base de ayudar a que los vecinos se vayan pareciendo cada vez más a la UE y finalmente se unan al club.

La visión de los partidos insurgentes de una Europa que usa el palo en lugar de la zanahoria podría ayudar al desarrollo de una capacidad defensiva europea que la convirtiera en una figura más independiente en materia de seguridad. Muchos de los partidos están presionando para que aumente la inversión en ese sector. El Frente Nacional francés, Vlaams Belang en Bélgica o grupos de Estados miembros más recientes que se encuentran geográficamente más próximos a Rusia, tal como el Partido de los Conservadores de Estonia tienen la visión de una Europa militarmente poderosa, que invierte más en su propia seguridad —fundamentalmente a nivel nacional— y de forma independiente de EE UU. Es probable que estos partidos expresen opiniones taxativas y ejerzan influencia en sus Gobiernos nacionales respecto a cómo relacionarse con la nueva Administración estadounidense. El argumento del candidato republicano Donald Trump de que los europeos y otros tienen que pagar por su ingreso en la OTAN a cambio de una garantía de seguridad está teniendo buena acogida entre algunos de los partidos insurgentes.

Sin embargo, para ellos la inversión en seguridad y defensa no debería interpretarse necesariamente como el primer paso hacia un creciente intervencionismo. Como se mencionó anteriormente, muchos de los partidos son reacios a involucrarse en Oriente Próximo u otros lugares, y critican las intervenciones pasadas. Al tratarse de una fuerza cada vez mayor, es probable que en los próximos años estos partidos apuntalen la sensación de una fatiga intervencionista en la política exterior de la UE, haciendo que sea todavía más difícil para los Gobiernos nacionales vender a sus poblaciones futuros despliegues militares.

Los partidos insurgentes por lo general consideran importante el incremento en la capacidad militar para hacer que la amenaza de una intervención o respuesta europea sea real, pero en la mayoría de las circunstancias son escépticos frente a los argumentos para que se utilice.

Sorprendentemente, la mayoría de los partidos considera que las soluciones europeas son más adecuadas que las soluciones nacionales a la hora de enfrentarse a las crisis que actualmente existen en la UE. Esta postura se acentúa con el terrorismo, respecto al cual 34 optan por soluciones a nivel europeo (en comparación con 29 para el conflicto sirio, 28 para Ucrania y 24 para la crisis de los refugiados). En una UE post-Brexit que probablemente se enfrente a una mayor presión para llevar a cabo reformas, simplificar sus estructuras y aumentar las decisiones a nivel nacional, estos resultados indican que puede haber, en cambio, más flexibilidad en política exterior y seguridad, y que incluso los partidos insurgentes están dispuestos a que estas competencias se mantengan en el ámbito de la Unión.

¿Cuánto influyen los partidos insurgentes?

Con la excepción de Imperium Europa en Malta, los 45 partidos encuestados tienen al menos un escaño en sus Parlamentos nacionales o en el Parlamento Europeo. Sin embargo, para muchos de estos grupos, las mayores palancas de influencia son su habilidad para generar debate en los medios y desafiar al sistema en lugar de trabajar desde su interior.Por ejemplo, a pesar de que el británico UKIP ha tenido éxito en las elecciones al Parlamento Europeo —es el partido británico más numeroso, con 22 parlamentarios— y a nivel local —con 488 concejales— tan solo tiene un escaño en la Cámara de los Comunes. Su mayor éxito fue provocar el debate sobre la permanencia del Reino Unido en la UE hasta tal punto que fracturó al Partido Conservador en el poder y obligó a David Cameron, hasta esta semana primer ministro, a convocar una consulta a nivel nacional.

El referéndum es una herramienta muy atractiva para los partidos aspirantes y refuerza su deseo de “redemocratizar” la toma de decisiones. La consulta holandesa de 2016 sobre el Acuerdo de Asociación con Ucrania tuvo un fuerte respaldo del PVV, y el voto del Brexit británico es indudablemente un éxito para UKIP. Muchos de los partidos que entrevistamos ven la creciente inercia de los referendos como una oportunidad.

Sin embargo, los partidos insurgentes también trabajan con los Gobiernos: en Bulgaria, el Frente Patriótico apoya la coalición gubernamental; en Finlandia, los Verdaderos Finlandeses participan en la alianza actualmente en el poder y su líder, Timo Soini, ocupa la cartera de Exteriores; en Grecia, Syriza y los Griegos Independientes forman parte del Gobierno; en Hungría, Fidesz es el partido principal en la coalición gubernamental. También en Letonia, la Alianza Nacional tiene varios cargos importantes, incluyendo el Ministerio de Justicia; en Lituania tanto el partido Orden y Justicia como el Partido Laborista están en el Gobierno; Ley y Justicia ostenta el poder en Polonia; y Dirección-Socialdemocracia (SMER-SD) y el Partido Nacional Eslovaco (SNS) son dos de las cuatro formaciones que gobiernan Eslovaquia en coalición. Es probable que Marine Le Pen, del Frente Nacional, pase a la segunda vuelta de las elecciones presidenciales francesas de 2017.

Tal y como demuestra este estudio, los partidos no están de acuerdo en cuestiones clave de la política exterior. Sin embargo, en algunos asuntos más amplios sería posible que las coaliciones de “Gobiernos insurgentes” funcionasen en el seno del Consejo de Asuntos Exteriores. Por ejemplo, todos los partidos insurgentes que actualmente desempeñan un papel en sus Gobiernos nacionales contestaron “sí” o “quizá” a la pregunta de si querían normalizar la relación con Rusia. De forma parecida, compartían a grandes rasgos los mismos análisis de las causas de la crisis de los refugiados. Tras el referéndum del Reino Unido, este conjunto de partidos podría también generar una importante fuerza motriz para iniciar un proceso de reformas en la UE. El potencial para las coaliciones en asuntos exteriores sería mayor si estas incluyeran Estados más grandes con Gobiernos que se encuentren bajo la intensa presión de partidos insurgentes, como en los casos de Francia y España.

Sin embargo, nuestra investigación también muestra que los partidos insurgentes no se limitan a cambiar el sistema, sino que el sistema también puede cambiarlos. Por ejemplo, la experiencia de Syriza en el Gobierno ha suavizado considerablemente sus promesas previas de una reconciliación con Rusia, y el partido Verdaderos Finlandeses ha seguido más o menos la línea marcada por su Ejecutivo en lo que se refiere a la UE desde que se unió a la coalición.´

El Frente Patriótico de Bulgaria ha moderado su retórica nacionalista y ha aumentado de hecho su popularidad tras apoyar al Gobierno de coalición.Finalmente, resulta claro que, además de una evolución en el Consejo Europeo, va a continuar el papel cada vez más firme del Parlamento Europeo en política exterior, tal y como se ha visto recientemente en su abierta discrepancia con algunos elementos del acuerdo entre Turquía y la UE sobre los refugiados. La gran mayoría de la formaciones estudiadas tiene representación en el Parlamento, y muchas son más fuertes en este nivel que en sus respectivas naciones. Allá donde sus posturas se enfrentan a las de la filosofía de la clase dirigente de la UE, el papel consultivo del Parlamento respecto a los acuerdos internacionales les ofrece una vía para condicionar las decisiones. A medida en que aumente la confianza y la influencia de los partidos insurgentes en toda la UE, es de esperar que usen esta herramienta más a menudo.

El Consejo Europeo de Relaciones Exteriores (ECFR) es un centro de estudios internacional con 50 investigadores en 20 países, dedicado a analizar los problemas de Europa y su papel en el mundo. Susi Dennison y Dina Pardijs son directora y coordinadora del programa sobre el poder en Europa.

 Traducción de Germán Ponte

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