La vieja dama no puede

Perhaps it is time for a new transatlantic forum, argues Ulrike Guerot


This piece was first published in ABC on 3 April 2009.

La OTAN cumple 60 años y merece una celebración. La Alianza ha sido la más
exitosa y estabilizadora institución de la postguerra. Sin ella, Europa no
sería ni libre ni ella misma. Pero los tiempos han cambiado. Y la vieja dama no
puede soportar esto sola mucho más tiempo. La OTAN ha sido el único foro para
el diálogo y la solidaridad trasatlántica -también las disputas- durante estos
60 años. Pero hoy hay mucho más en la
mesa trasatlántica y los temas van desde el cambio
climático a las relaciones con Rusia, de las políticas de desarrollo a la lucha
contra el terrorismo, de Afganistán a Irán, de la política energética a las
estrategias en África.

Por ello, más que discutir sobre cómo relanzar la Alianza para que pueda con
todo esto -este ha sido básicamente el debate estratégico de los últimos 20
años-, la cuestión es que quizás ha llegado el momento de pensar en un nuevo
foro trasatlántico para que Europa y Estados Unidos trabajen juntos.

Una razón es que la agenda común abarca mucho más que la protección común
frente al enemigo soviético. La otra es que con EE.UU. como
«primus inter pares» en la OTAN, la estructura institucional aliada impide que
Europa actúe como
un socio igual, un objetivo deseado por los países europeos. Estados Unidos y
Europa deben pensar en un nuevo tratado que pueda canalizar mejor los discursos
de ambos lados del Atlántico.

Las instituciones son importantes, porque aportan un centro de gravedad e
inercia cuando la unidad política falla. Esa era la filosofía de Jean-Monnet
para la Unión Europea. Las cumbres entre la UE y EE.UU. no son suficientes para
cumplir este papel. Un nuevo tratado paraguas entre los dos bloques serviría
para reconfirmar el marco de valores comunes y definir los asuntos y políticas
en los que la Unión y Estados Unidos quieren trabajar juntos en el ámbito
internacional.

Los tratados son importantes por su valor simbólico, como ha demostrado la Alianza Atlántica:
Occidente ha construido un legado y una narrativa duraderas en torno a la OTAN
durante estas décadas. Y si Occidente quiere permanecer unido en el futuro, las
relaciones trasatlánticas necesitan una nueva narrativa para el siglo XXI.

En paralelo, la ampliación de la OTAN y de la UE deberían ser desvinculadas,
en vez de ser perseguidas la una con la otra como en estos diez años. Esta
cuestión es especialmente relevante en lo que se refiere a Georgia y Ucrania.
Su inclusión en la Alianza es percibida como
una provocación por Rusia, algo que la mayoría de los europeos no quieren. La
relación triangular entre EE.UU., Europa y Rusia debe ser reformada en
cualquier caso, pero la OTAN no parece ser la mejor plataforma para hacerlo.
Desvincular la OTAN de la ampliación de la UE permitiría que la Unión asuma el
papel de estabilizador continental. Mientras, la OTAN sería la alianza militar
global que muchos quieren que sea, sumando a países como
Australia,
para hacer frente a las cuestiones militares que requieran un compromiso
colectivo.

The European Council on Foreign Relations does not take collective positions. ECFR publications only represent the views of their individual authors.

Author

ECFR Alumni · Former Senior Policy Fellow

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