Donald Trump, «One China» y el orden global

La vuelta de la cuestión de Taiwán a la mesa en Estados Unidos da indicios sobre cuáles pueden ser las prioridades de la política exterior de Trump

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La vuelta de la cuestión de Taiwán a la mesa en Estados Unidos da indicios sobre cuáles pueden ser las prioridades de la política exterior de Trump

Donald Trump tuitea sobre China y Taiwán y la comunidad del mundo del think tank tiembla. Cuarenta y cinco años de acuerdos regulares por parte de EEUU con y sobre China – que combinan compromiso y crítica – parecen a punto de desmoronarse. Los tweets de Trump derrumbaron en un vuelco la longeva política ‘One China’ de EEUU, que trata a Taiwán como parte de China, causando indignación en Beijing y preocupación entre muchos en Washington por las repercusiones potenciales. Esto ocurre a pesar del hecho de que el principio ‘One China’ continúa siendo una aspiración de la República Popular de China (RPC) y mayormente no deseada entre los ciudadanos de la isla. Durante décadas, repetir que Taiwán es parte de China ha sido un ejercicio impuesto para los socios de la RPC.

La hipocresía es, por supuesto, una prerrogativa de las relaciones entre Estados y la ficción de ‘One China’ ha servido su propósito – preservar la paz en torno a Taiwán y permitir a la isla funcionar como una democracia completa con todos los atributos de un Estado exceptuando el reconocimiento internacional. Pero Donald Trump tiene razón en preguntar: ¿Qué ha dado China a Cambio?

Los despliegues militares de China en torno a la isla han crecido inmensamente, tal y como lo han hecho las capacidades en el Pacífico Occidental. Ha desafiado a todos sus vecinos marítimos no solo con disputas territoriales, sino con despliegues reales. Estos combinan capacidades híbridas con la creación de nuevas realidades en el terreno a través de islas artificiales y militarizadas. La distinción entre la marina oficial y la paramilitar de la RPC siempre ha sido difusa, pero incluso esa línea está siendo eliminada hoy con las islas Senkaku/Diaoyu en el mar del Este de China.

Las esperanzas de Occidente de finales del siglo XX respecto a la integración de China en el sistema basado en el derecho se han visto truncadas por los acontecimientos recientes. El sistema político de la RPC se ha endurecido y a la vez China ha desarrollado algunas capacidades líderes en el mundo para el control de sus ciudadanos y para intervenciones internacionales en el exterior.

Se enfatizaron mucho los movimientos de China hacia la cooperación en cambio climático durante el preparatorio de la cumbre COP 21, en la que China y EEUU se auto impusieron nuevos objetivos para reducir emisiones. Pero aquellos que están a punto de hacerse cargo de las políticas energéticas de Donald Trump y de deshacer este logro deberían ser conscientes de que China ha reestablecido la producción y las importaciones de carbón antes incluso de que Trump ganara las primarias de EEUU. 

Y para completar el círculo de vuelta a Taiwán, la RPC ha iniciado sanciones y ha cesado sus contactos oficiales con la isla en mayo, siguiendo la elección de un presidente cuya afiliación política disgusta a China. Nada de esto puede ser considerado como ciudadanía global responsable por parte de China.

Aún no podemos saber cuán consistente y coordinada será la política exterior de Trump; está claro que continuará dando sorpresas, a menudo a través de Twitter. Pero deberíamos tener en cuenta sobre qué no ha tuiteado: Rusia (excepto para castigar el informe de la CIA que apuntaba a la interferencia de Rusia en la campaña presidencial) y sobre Oriente Medio, donde la guerra prosigue. Esto nos dice algo sobre su enfoque hacia sus aliados: está menos interesado en continuar lo que percibe como una enemistad sin sentido con Moscú o en los problemas del vecindario europeo que presidentes anteriores.

Si América deja a un lado a sus aliados tradicionales europeos, va a encontrar sustitutos dispuestos en Asia, deseosos de reajustar el equilibrio en una región dominada por China. El japonés Shinzo Abe ha hecho su oferta al presidente electo, claramente más preocupado por las posibles consecuencias de la extinción del TPP que de la amenaza existencial China, mientras que la India de Narendra Modi claramente no tiene prejuicios contra alianzas con una variedad de líderes fuertes. La voluntad de Putin por cooperar con Trump es, por supuesto, de sobre conocida.

Europa aún importa a los EEUU, pero mucho menos que Asia en cuestiones de seguridad, que ha delegado en mayor peso en los EEUU durante las últimas décadas. Carece de una política exterior y de seguridad coherente y mantiene relaciones nefastas con los poderes regionales de Rusia y Turquía. En este contexto, diseñar una alianza con el apoyo de Rusia, India y Japón con objeto de limitar las ambiciones de China podría ser más valioso para los EEUU de Trump que imponer sanciones a Rusia eternamente como un favor a Europa.

La vuelta de la cuestión de Taiwán nos da indicios de lo que podría avecinarse. Pero antes de lamentar que Donald Trump sea una señal del fin del orden mundial liberal, Europa debería prestar atención y darse cuenta de que ha hecho poco por defenderlo. La era de la posguerra fue, efectivamente, dorada para Europa.  Pero ya estaba en decadencia antes de las elecciones estadounidenses de este año. Trump, con su estilo único, simplemente indica que el emperador no lleva ropa.

El Consejo Europeo de Relaciones Exteriores no adopta posiciones colectivas. Las publicaciones de ECFR solo representan las opiniones de sus autores individuales.